InicioCompetenciaNo sólo Apple XV: Samsung, el gigante incrédulo

No sólo Apple XV: Samsung, el gigante incrédulo

Apple ha tenido una influencia decisiva en la industria, pero aquí recordamos a los que han colaborado de forma decisiva al mundo tecnológico en el que vivimos fuera del «jardín vallado». Esta sección aparecerá a las 9:41 am, hora del pacífico, como nuestra sección «One More Jobs» (pulsa aquí para saber por qué).

Hasta ahora no habíamos afrontado el reto de hablar de Samsung en esta sección, pero en algún momento tenía que ocurrir… Reconozco una cosa desde las primeras lineas: no soy fan de esta empresa. Realmente no me gusta. Pero siendo sinceros, son un mal necesario. Vaya inicio, ¿eh? La verdad es que es francamente difícil definir a una empresa que no es del tipo que estamos acostumbrados en occidente: te fabrican tanto móviles como coches o incluso componentes para aviones. Todo desde la misma marca madre. Es algo bastante habitual en Asia, no obstante, encontrar empresas de este tipo: en India Tata o en Japón Honda y Sony hacen más o menos lo mismo. Por eso, cuando se habla de una empresa como Samsung hay que ir con mucho cuidado, porque es fácil equivocarse.

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Samsung ha sido hasta la fecha el principal valedor de Android en su negocio móvil, de eso no hay duda. Con campañas muy agresivas de publicidad y políticas aún más agresivas con los distribuidores y las operadoras, más propias de un aspirante a monopolista que de un fan del libre mercado, los coreanos son sin duda la empresa de telefonía más conocida del mundo junto con Apple, tras la debacle de la ínclita Nokia (mucho antes de su adquisición por Microsoft, todo sea dicho de paso). Pero los tiempos cambian, y Samsung ha intentado que cambien a su ritmo, no al revés, y eso, como puede decir cualquier campesino, es una tontería. No puedes intentar que llueva cuando tú quieres, tienes que intentar que cuando llueva estés preparado. Y los señores de Seul llevan ya la friolera de cuatro años capeando un temporal que a duras penas están pudiendo soportar. Esta es la verdadera historia del gigante asiático (en el móvil, al menos).

Samsung vio una oportunidad de oro cuando Google anunció Android hace ya casi ocho años. Es de recibo recordar aquí que Andy Rubin y sus colegas intentaron “colarle” Android a Samsung ya en fechas muy anteriores (estaríamos hablando de 2005), y como sabemos, los coreanos rechazaron el ofrecimiento. Esto ha dado lugar a muchas chanzas por parte de los fanboys del robotito, pero en opinión del que suscribe, en realidad hicieron muy bien. ¿Por qué? Samsung no estaba interesada en un SO, sólo en vender aparatos con él. Ocuparse de Android habría supuesto una inversión grande en ingeniería de software (en esa época, el sistema estaba aún en una versión muy alfa, y de hecho cambió mucho a posteriori), y tampoco le era rentable encargarse de su mantenimiento. Técnicamente les pareció, como realmente así era, muy imperfecto. Cuando Google anunció su nuevo sistema, ellos se lanzaron de inmediato a fabricar teléfonos como churros con el androide dentro. ¿Por qué este cambio de actitud? Lo veremos luego. La cuestión principal que tenemos que entender es que ese acierto de estrategia se convertiría en su peor pesadilla al no calcular que la estrategia de Google no era vender teléfonos, sino publicidad. Si no entendemos esto, no podemos entender como funciona el mercado de Android. Ahora mismo, Samsung lleva unos años de pérdidas trimestrales consecutivas que una empresa como ellos pueden sostener porque son, literalmente, gigantescos, pero eso no significa que lo vayan a hacer durante mucho tiempo. En realidad, les sale muchos más rentable ser amigos de Apple y fabricar sus componentes que competir con ellos. Algunos pueden estar pensando que me he vuelto loco, pero como veremos a continuación, tal vez no.

Lo primero que tenemos que entender es que Samsung es un fabricante de hardware, no de software. Ellos realizan software para sus aparatos, claro, pero es meramente formal: la electrónica tiene que funcionar con programas que usen el hardware para algo, y sale más rentable hacerlo uno mismo que dárselo a otros. Naturalmente, ellos ya fabricaban teléfonos antes de Android, pero portando sistemas externos como Symbian o Windows Phone. Ellos sólo montan, y eso podría estar bien si, por algún motivo desconocido, no hubieran pensado en algún momento que podrían hacerse los amos del mercado usando Android. Pero es que eso, para cualquiera que entienda Android, es imposible. La razón fundamental estriba en que Google no compró Android y lo rediseñó para ganar técnicamente a Apple, Nokia o Microsoft. Lo que hay debajo del capó es lo de menos: su objetivo fundamental era y es conseguir una bandeja de publicidad masiva en todo el mundo en las manos de millones de usuarios de todo el mundo. Eso es Android, ni más ni menos. Google sabe perfectamente que el chollo de la publicidad web se acabará en un momento u otro (ya lo saben desde finales de la década pasada) y que si no conseguían posicionarse de alguna manera en aquello que los usuarios utilizarán en los próximos años, se hundirían. Para ello, tenían que conseguir que todos los fabricantes posibles “desearan” su sistema operativo, y para ello no hay nada mejor que hacerlo “open source” y gratis. Pero eso tiene una derivación cáustica para los fabricantes: la feroz competencia hace que nadie obtenga beneficios importantes en el mercado. Samsung intentó paliar eso consiguiendo que sus teléfonos fueran vendidos preeminentemente por los distribuidores y telefónicas de todo el mundo, pero con un coste económico extremadamente alto. Cuando eran casi los únicos junto con HTC y LG, todos estaban contentos, pero cuando llegaron los fabricantes chinos todo se vino abajo. Primero perdieron China y después el resto de Asia. Casi casi ni Korea les queda como reducto de supervivencia. Japón lo han perdido, y consiguen sobrevivir a duras penas en occidente mientras la marea del dragón sigue extendiéndose por todo el mundo. Recordad estas palabras: los móviles (Android) de Samsung tienen los días contados. Hasta han dejado de vender portátiles en Europa. Hasta ahí llega la crisis.

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Mientras que la mayoría de los fabricantes, con muy bien criterio, decidieron producir pocos modelos y muy orientados a nichos específicos, ellos hicieron todo lo contrario: vender una cantidad masiva de modelos (han llegado a contabilizarse cerca de 25 modelos distintos de pantalla) para llegar a todas las escalas posibles de mercado. Pero para poder mantener las agresivas políticas de publicidad, tuvieron que subir los precios para poder mantener un mínimo de relación coste-beneficio. El problema es que cuando un teléfono tuyo es igual o inferior en características a otro chino que cuesta más barato, la gente puede picar la primera vez, pero la segunda ya no. A esto hay que sumarle otro problema, pero por el lado contrario del espectro: Samsung siempre ha intentado, de todas las formas posibles, alcanzar la cúspide de la telefonía Android por la parte de arriba: fabricar teléfonos teóricamente de gama alta para llegar a un sector de la población de elevado poder adquisitivo. Eso significaba competir, claro está, con la sacrosanta Apple, que sólo fabrica gama alta. De hecho, dado que Nokia y Blackberry habían desaparecido del mercado, era la única competencia posible. Y se las creían felices, porque además ellos son proveedores de Apple, con lo que podían incluso jugar a los espías. Pero no se dieron cuenta de un detalle: Android no permite desarrollar gama alta.

Estarán algunos en plan: ¡Ande va ese loco! Pues ahora lo explico. Es muy sencillo de entender: Android, tecnológicamente hablando, tiene varias taras, pero la principal de ellas es que requiere una cantidad de recursos brutal para funcionar. Eso tiene una consecuencia lógica, y es que para hacer lo mismo que, por ejemplo, un iPhone, necesita el doble de recursos y de hardware, tirando por lo bajo. Esto significa que con cada nueva versión, hay una imposibilidad funcional para ejecutarse en teléfonos de al menos dos años antes a su aparición. De hecho, es fácil ver teléfonos que, aunque actualizables, salen siempre al mercado con dos o tres versiones anteriores del sistema porque en términos generales, necesitan al menos seis meses para optimizar el sistema para los nuevos modelos. Luego, muchos fabricantes no quieren actualizar porque la cantidad de problemas de servicio técnico que van a tener es descomunal, y eso sin hablar de las operadoras de telefonía, que directamente bloquean las actualizaciones de los teléfonos porque no llevan incorporados sus módulos propietarios de red. Así, los usuarios se van dando cuenta de que comprar un teléfono Android no sale rentable a largo plazo, porque además, para que salga rentable para el fabricante, necesariamente tienen que llevar mucho hardware pero de poca calidad. Esta afirmación no es gratuita: en el caso de Samsung es evidente, ya que es francamente difícil que un modelo de Samsung dure con normalidad más allá de un par de años (aunque esto no es exclusivo de Samsung, sino que es común a la mayoría de los fabricantes). Yo llevo tres años con mi iPhone 5 y funciona prácticamente como el primer día. No lo digo por levantar ampollas: es una verdad empírica. Es cierto que los de Cupertino meten la pata a veces con iOS, pero fallos de software aparte, el aparato va como un reloj.

Todo esto ha llevado a una situación bastante insostenible para Samsung. Por un lado, tiene que gastarse cantidades ingentes de dinero que luego no recupera en la recaudación. Su éxito en Android ha sido contingente: de ser los “number one” a reducirse su presencia a meros actores con cada vez menos cuota de mercado. Su intento de parecerse a Apple ha terminado en un estrepitoso fracaso mientras los de California ingresan cada día más vendiendo menos unidades que los demás. HTC ya ha claudicado, LG está a verlas venir y Sony está en la retaguardia intentando paliar las pérdidas lo mejor que puede. Xiaomi y Huawei son ahora los nuevos reyes del cotarro en Asia y están ganando adeptos con rapidez en occidente. El reino de taifas que ha sido Android hasta ahora está cambiando de dueños, y mientras, Google gana unos 41.000 millones de dólares con Android, sin gastar un céntimo (en términos relativos, claro) y con las manos limpias, mientras los fabricantes afrontan pérdidas millonarias y serios problemas para mantenerse. El futuro de Android no es realmente incierto, pero sí lo es para los que han apostado por él (quiero hacer constar que no he mencionado a Amazon, pero este caso ya estaba perdido desde el principio). La segmentación va a empeorar en los próximos años y el acercamiento rápido en los dos últimos años de Apple en la parte técnica hace que para muchos usuarios, especialmente en la zona media-alta, ya no tenga sentido apostar por el robot verde. La desaparición de Microsoft del mercado tampoco les beneficia: ya no tienen unas Windows a las que agarrarse como antes, con lo que su situación en el mercado pende de un hilo. Nos esperan tiempos interesantes en este sector. ¿Qué hará Samsung? Lo más inteligente sería abandonar el mercado móvil, en el que realmente tampoco tiene sus principales intereses económicos, y volcarse en lo que les rinde de verdad, que es la industria pesada y la micro-electrónica industrial. Tranquilos: Android sobrevivirá en los terminales de gama media-baja, con o sin Samsung.

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