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No sólo Apple XXVI: El mito de Jobs

Steve Jobs. ¿Un mito? Realmente es algo difícil de precisar y que dependerá de muchos avatares, pero que algunos quieren apuntalar en un sentido negativo bastante insidioso, hasta de mal gusto. El problema es que sale en un medio que hoy día está muy de moda entre los hipsters y los adláteres desnortados de la ESO que desde hace unos años reina en este país, y que mejor prueba de ello que recientemente han sido comprados (no exactamente, pero en la práctica es lo que ha ocurrido) por PRISA, lo que ya da a entender que la calidad no es lo suyo. Ya me he tenido que encontrar más de uno y de dos artículos en este blog venido a más que dan pampurrias, pero en todo caso es lo que tenemos que vivir en estos tiempos inciertos.

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Jot Down Magazine publicó hace ya meses un artículo que encontré recientemente, y que en teoría era una crítica a la última película dedicada a Steve Jobs pero que, invariablemente, convierten en una crítica al propio Jobs, con una cantidad de asnadas bastante importante que me gustaría comentar a continuación porque, sinceramente, me llegaron al alma. Básicamente el articulista, por así decir, se dedica a repetir una y otra vez las ya muy gastadas, viejas y trasnochadas proclamas sobre el cofundador de Apple y los típicos mitos que, los que nos hemos interesado algo, aunque sea un poco, en su biografía, sabemos que son como mínimo idioteces repetidas hasta la saciedad para dar gusto al gran público que, por algún motivo, no puede soportar que alguien brillante triunfe por encima de los demás. Vamos, la clásica tabla rasa en la que nadie puede destacar.

Que Jobs era un figura eso no lo duda nadie. Hay que serlo para hacer lo que hizo. Que era agresivo y sumamente puntilloso y perfeccionista hasta extremos notables, incluso molestos para mucha gente, eso es bien sabido. Pero reducirlo a un mero vendedor de si mismo y de sus cacharros es cuanto menos no haber profundizado lo más mínimo en su pensamiento y filosofía tanto personal como empresarial. Al menos aciertan en una cosa en ese pastiche de artículo: sus productos tienen alma. La que el transmitía debido precisamente al inmenso interés que tenía en cada artículo que pensaba y que después otros hacían realidad. Alma que ninguna otra empresa (tecnológica al menos) implanta en sus productos y sus usuarios. Y por eso, lo endiosan hasta lo mítico. Jobs se convertirá en un mito, sí, seguramente como Elvis o Napoleón, que fueron hombres que precisamente hicieron aquello en lo que creían hasta límites sobre-humanos. Claro, como era un comerciante era un dios menor, porque no se puede comparar con un científico o un filósofo. O un gran dictador. Pero no, amigos míos, no era un dios. Era un hombre muy brillante y muy particular, sólo que parece ser que eso da mucha envidia, y especialmente en este país, la envidia es deporte nacional, sólo hay que ver Tele 5 por decir algo…

Dice el amago de artículo que la película de Sorkin no tiene épica. Ni falta que hace. Resulta que para hacer un biopic, hace falta que haya momentos mega-mágicos (la intenta comparar con Amadeus, Alejandro Magno o La lista de Schindler, nada menos, lo que ya informa de lo despistado que anda el autor sobre lo que tiene que escribir) en plan escenas terriblemente sensitivas. La vida de la gente, por regla general, no es épica. Sólo en algunos casos, sobre todo los grandes militares, hay momentos épicos, pero en los demás la vida es más bien anodina (Amadeus no es, precisamente, una gran película, sólo que por algún motivo a los intelectuales de escritorio y salón les parece impresionante, y la historia está bastante mal contada, Milos Forman, campeón…). La vida de Jobs no tiene momentos especialmente brillantes, si los comparamos con otros grandes hombres de la historia, pero para los tecnófilos, ver la presentación del primer Macintosh o del primer iPhone son momentos brillantes de la historia reciente que posiblemente no sobrevivan a los años (o sí, en la era del vídeo todo puede ser), pero que marcaron un antes y después en ciertos aspectos importantes de nuestras vidas.

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Decir cosas como que Apple inventó el primer ordenador personal que podría llamarse así (el Apple II) molesta a mucha gente, pero es la verdad. No lo desarrolló Jobs, por supuesto, ya que Wozniak era quien hacía que esas cosas funcionaran y se hicieran realidad, pero entre ambos pensaron que eso era algo necesario, y cómo llevarlo a cabo. Que su Apple I tenía que llegar al gran público y que la gente pudiera tener ordenadores en sus casas y sus oficinas, y que no fuera algo exclusivo de los bancos y las universidades. IBM simplemente se percató de la idea y la copió, y lo demás es historia. Tal vez eso no sea algo muy épico. Pero es la verdad, por mucho que haya gente a quien le fastidie. Y lo hicieron dos tipos cuyo mayor afán era construir algo con lo que soñaban que pudiera ser usado por las multitudes. A su manera, esto también es épico.

No he visto la película por lo que no voy a criticarla, aunque basada en el libro en el que la basaron, lo cierto es que no me da muy buen rollo, pero vale, ahí está. La versión de 2013 no era una gran película, pero me gustó, tal vez porque es muy biográfica y se centra en lo que se tiene que centrar (aparte de que, por lo menos, el actor protagonista se parece al personaje que interpreta, que ya es un punto a favor, y Kutcher se molesta a repetir los ticks de Jobs, como la forma de andar y de comportarse, sobre todo en su segunda época en Apple). Otra cosa que me ha dolido especialmente de ese “artículo” es que se metan con “Piratas de Silicon Valley”, la única película que describe esa época y la relación de los nacientes Microsoft y Apple de una forma realista, de la que ya hablé recientemente. Es una película de bajo presupuesto, desde luego, pero tiene calidad y si sólo nos fijamos en que no salen actores famosos, tenemos un problema serio (es más, dudo sinceramente que el autor del artículo la haya visto). En general, la capacidad de profundidad en ese artículo es nula, lo esperable por el medio, pero en este caso el nivel es muy, muy bajo. Y así, es difícil ser épicos, ¿verdad?

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