Futuro es esa palabra que todo el mundo usa para referirse al presente. Siempre tenemos “el futuro ahora”, y las referencias pueden ser múltiples. Hasta Bill Gates uso el giro estilístico ya en el título de su libro “The road ahead” (El camino adelante), donde hablaba de cosas fantásticas que entonces los humanos normales ni sospechábamos. Pero el futuro, ahora, puede ser algo más raro de lo que parece. Mucho.
Supongo que os sonará la serie Black Mirror, que se ha hecho conocida por ser especialmente perturbadora (al estilo de “En los límites de la realidad” pero con historias más contemporáneas y adaptadas al estilo nihilista actual. En concreto quiero hacer referencia al capítulo 1×02 (el 1×01 he intentado borrarlo directamente de mi memoria, pero es persistente…), “Cincuenta millones de méritos”, que cuenta la historia de dos muchachos en un mundo en el que la mayoría de los individuos se dedican a pedalear unas bicicletas estáticas mientras ven vídeos, juegan videojuegos y miran anuncios a cambio de ganar méritos, que por lo que puede deducirse serían el equivalente al dinero actual, y que por supuesto son un elemento totalmente virtual. La chica de esta historia es empujada por el chico para que participe en un concurso de talentos (al estilo de Got Talent) para intentar tener una vida mejor que la que tienen, que obviamente, como se deduce de los primeros minutos del capítulo, simplemente es una forma tecnológica de esclavitud.
Pero la cosa se complica cuando descubren que hay que pagar 50 millones de méritos, esa moneda virtual que se gana viendo vídeos, jugando a videojuegos y mirando anuncios (obligatorios además si no tienes muchos méritos). Resulta que el chico había heredado muchos méritos de su hermano fallecido, con lo que decide, porque cree en ella y, claro está, le gusta, que la chica tiene talento suficiente para ir al concurso y ganar. Así que se los traspasa. La chica va al concurso, pero los jueces deciden que es mediocre y le ofrecen como salida dedicarse a la industria del porno. A pesar de que va en contra de los principios de los dos, ella quiere salir desesperadamente de allí, y deja en la estacada al chico. Desde entonces, el chico decide “vengarse del sistema” volviendo a recuperar los 50 millones de créditos, entrenándose para realizar un espectáculo y cuando finalmente llega, suicidarse en público, cosa que los jueces logran evitar, haciéndole otra oferta que no puede rechazar… Y hasta aquí puedo leer, porque el final, que no contaré, es un resumen lamentable del mundo en que vivimos hoy día. En si mismo, todo el capítulo no deja de recordarnos constantemente de una manera “ficticia” el mundo de hoy.
Cualquiera que haya jugado a MMORPG (como WoW, Archeage o Black Dessert) se puede sentir francamente identificado con lo que pasa en ese capítulo. Constantemente te dan medallas, méritos, regalos por realizar tareas repetitivas una y otra vez, sin aparente sentido y con el teórico objetivo de hacer mejorar tu personaje no se sabe muy bien en qué dirección. Pero más allá de los videojuegos, en el mundo de las redes sociales pasa exactamente lo mismo. Las RRSS se han convertido en un mundo totalmente aparte del real donde gente que en el mundo real no es nadie de repente se convierte en una celebridad, donde cada seguidor te da nuevas capacidades de llegar al público y donde puedes, incluso, sentar cátedra. Ahora es perfectamente posible encontrarte con sitios donde te dan premios si haces encuestas o los famosos Travel Club, donde ganas puntos canjeables cuantas más acciones realizas en el mundo real. Las empresas como Apple, Microsoft, Google y demás han fijado la forma en que podemos hacer esto participando del cotarro con sus productos. Sin sus ordenadores, sus sistemas y sus webs, sería tremendamente difícil hacer todo esto. Y tienes la impresión de que toda esta evolución tecnológica en realidad lleva fabricada en los despachos hace mucho tiempo, y que nosotros simplemente la usamos porque nos la “dan”, en forma de aparatos y programas, de manera que cada vez más nos estamos alejando del mundo real y vivimos en un mundo aparte en el que, por lo que parece, todo lo que podemos hacer es “ganar méritos” para seguir adelante. Perturbador, ¿no?
Ha salido un artículo un tanto oscuro, pero tenemos que ser conscientes de que esto va en esta dirección. A partir de aquí llegamos a la división entre tecnofílicos y luditas, en una constante pugna en la que, parece obvio, ganarán los amantes de las máquinas. Cuando hace unos años descubrí que el cine en 3D llevaba inventado desde los años cincuenta comencé a cuestionarme si realmente lo que llaman “inventos” son algo real o simplemente nos los van poniendo delante según la agenda de las grandes corporaciones o peor, de los gobiernos. Es posible que ya esté inventada la anti-gravedad, o que el teletransporte lleve usándose desde hace décadas sin saberlo nosotros. El coche autónomo puede ser simplemente una pantalla de humo y ese capítulo de los Simpsons donde Homer descubre una conspiración de los camioneros para realizar sus rutas sin tocar el volante podría llevar muchos años funcionando ya. Y vete tu a saber qué más cosas pueden estar por venir y que, en realidad, ya existen. Para nuestro disfrute.
PD: en realidad, este artículo pretende ser el prólogo de una serie sobre la industria de la informática, como ha afectado a nuestras vidas y hasta que punto, el momento actual lleva décadas planificado en las mesas de los estrategas políticos y militares. Y la verdad, acoquina un poco… Os dejo un vídeo para que veáis por donde van a ir los tiros…
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